lunes, 15 de febrero de 2016

Recursos: la magia del deseo

En los duros momentos de los años posteriores a la la guerra civil española (prácticamente el desarrollo económico empieza en los años sesenta pero no llegará a las economías familiares hasta casi terminada la década), un amigo mío acudía cada año a un convento de monjas para actuar. Llevaba fijo en su repertorio uno de los juegos que más exíto le da daba: la bolsa y el huevo. En pocas palabras, se trata de una pequeña bolsa que se muestra vacía -los espectadores pueden meter las manos dentro- y el mago hace aparecer un huevo. El huevo se coloca en la bolsa y desaparece. Luego reaparece. Contado así no parece gran cosa, pero es uno de los clásicos de la magia porque cada vez el juego se muestra como más imposible y cada ilusionista hace su propio guión que lo hace divertido.



Otro motivo de su éxito es que para el mago es muy fácil de transportar, apenas ocupa sitio, puede hacerse rodeado y cualquiera que sea la edad de los espectadores es fácil de entender lo que pasa. Para el público es un juego ameno según la comedia que el mago sepa imprimirle, pero como digo a cualquier edad y nivel educativo se sigue bien el desarrollo del mismo. Hay algo más que hace que le guste al público. Es la magia del deseo. Los ilusionistas sabemos que si algo tan banal como romper un naipe y luego recomponerlo puede impresionar a un público no es solamente porque haya ocurrido algo aparentemente imposible: se rompió y solo se compuso. Ocurren en cierto nivel psicológico dos cosas: 1/ el mago satisface la fantasía de controlar el pasado (se rompió la carta) y cambiar sus consecuencias (recompuso el naipe que no podía recomponerse), y 2/ el juego satisface un deseo; en plena posguerra la escasez de alimentos. Pensemos en los juegos que los magos llamamos de "producción" generalmente es sacar de la nada o monedas sin fin, o naipes o conejos y palomas. Es decir, la fantasía de la riqueza y de satisfacer el hambre.

Mi amigo, como ya había hecho tantas veces el juego de la bolsa y el huevo decidió no hacerlo una vez más, temiendo aburrir al auditorio. No he mencionado que uno de los aspectos del éxito de este juego es cuando finalmente el mago rompe el huevo para demostrar que es un huevo real. Sin necesidad de decirlo el público aprecia la manipulación de un objeto tan frágil y comprende que no es un huevo, por ejemplo de goma, que pudiese esconderse o escamotearse sin riesgo de romperlo.
Sigo con mi amigo. Terminó la actuación. Las monjitas le dieron las gracias una vez más por llevarles ese momento de alegría y distracción con su espectáculo pero... ¡que pena que no había hecho el juego del huevo! Entonces se dió cuenta de que tenía tanto éxito a pesar de las repeticiones porque una vez terminada la actuación, al recoger sus cosas una monjita se llevaba el huevo roto... él creía que para tirarlo, pero en realidad iba derecho a la cocina del convento.

Hay diversas versiones de este juego. En la que hoy es estandar la bolsa es pequeña, apenas pueden caber las dos manos dentro. Y el huevo como he dicho aparece y desaparece varias veces. Una versión más antigua, al menos del siglo XVIII, usaba una bolsa más grande y se iban sacando de ella varias docenas de huevos. Si en el caso actual se trata de un juego de comedia, en la versión antigua solo es un juego de producción sin fin de huevos.
Hay un modo de hacer este juego sin bolsa. Requiere un pañuelo y una caja (antaño se usaba un sombrero). Del centro de un lado del pañuelo y oculto al público hay un hilo y de éste cuelga una cáscara de huevo vacía (para que sea un huevo sin peso). El huevo colgando esta dentro de la caja y el pañuelo se muestra tomándolo del lado opuesto, de modo que al ponerlo vertical el huevo quede oculto dentro de la caja. Se apoya el pañuelo extendido sobre la caja y ahora se toma de nuevo pero por las esquinas del lado que tiene el hilo. De este modo el pañuelo queda otra vez vertical y tapa al huevo que cuelga detrás. Reúne las puntas haciendo una bolsa y extrae el huevo. Lo dejas en la caja -cuidado con el hilo, no se rompa-. Otra vez repites las acciones y sacas un segundo huevo, y un tercero, y un cuarto, etc. Siempre es el mismo huevo pero para el público estas llenando la caja de huevos que nadie sabe de donde vienen.


Este tipo de juegos tienen un problema. ¿Cómo acabarlos? ¿Cómo marcar el final? Simplemente puedes tomar la caja y "hacerlos" desaparecer. O mejor, ten en la caja unas virutas o confetti, haz como que vas a entregar los huevos a examen y al acercar la caja a alguien te tropiezas. En vez de caerse los huevos sale el confetti volando.
Creo que los dibujos lo explican todo bastante bien. Como siempre el ensayo te dirá la longitud del hilo y el margen de maniobra para que los gestos sean naturales.

Pregúntame sobre mis espectáculos: contacto@magiaevangelica.com

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