Vivímos en un mundo confuso: fanatismo religioso, cambios sociales acelerados, éxodos migratorios, guerras. Supersticiones o su contrario, el cientifismo materialista, etcétera. El esfuerzo personal, la valía, el afán de superación conviven con la autodestrucción de las adicciones y el nihilismo.
Quizá el mundo siempre ha sido así, quizá siempre ha habido esa pugna entre la realización personal y social y el camino hacia la nada. Solo que ahora todo esta a un click de distancia. Es como si el tiempo y el espacio se hubiese condensado en la pantalla del ordenador. Lo mejor y lo peor esta al alcance de todos. Y de modo simultáneo.
Los magos cristianos tenemos algo que hacer (como cada uno en su profesión y en su afán). Todavía hoy hay algunas personas creen que algunos milagros pueden producirse al margen de Dios. Un ilusionista nunca lo afirmará. Al contrario, parte de su trabajo es demostrar que pueden fingirse y nos pueden engañar con falsos milagros.
El mago de hoy, es ilusionista de espectáculo. Juega con su público a hacerle sentir la emoción del asombro, del mismo modo que los adolescentes sienten la emoción del miedo en halloween cuando van a una sala de cine, precisamente porque saben que nada de lo que ocurre es real, pero les permite recrear una experiencia de terror en la seguridad de una cómoda butaca y por un tiempo pactado. Si el mago lo fuese de verdad... ¿porqué haría cosas tan banales como doblar con su mente unas cucharillas?