viernes, 11 de diciembre de 2015

Arte blasfemo, una reflexión

En mi opinión no es lo mismo arte inmoral que arte blasfemo. Todo arte blasfemo es inmoral, pero no todo arte inmoral es blasfemo. En cada momento histórico y greográfico las sociedades (o sus elites) dicen qué es y qué no es inmoral. A veces la calificación se mantiene en el tiempo, en otras no se sostiene. Por ejemplo hoy vemos la pintura de Goya "La maja desnuda" (pintada hacia 1790-1800) como lo que es, una obra maestra del arte. En su momento era mejor exhibir la versión vestida. A veces confundimos lo inmoral con lo inapropiado y hay cosas que son inapropiadas en un contexto y no lo son en otro. Como ocurre con el stand comedy adulto que no es un humor apto para niños.





El arte blasfemo es otra cosa. Por una parte es el observador el que puede calificar algo como blasfemo de acuerdo a sus criterios religiosos. Así, en principio, que alguien se coma las páginas del sagrado libro del Islam será blasfemo para un musulman pero dejará indiferente al cristiano.Pero esto es solo una primera impresión, aunque es una opinión muy difundida. Sin embargo yo no creo que solamente sea blasfemo algo de acuerdo al criterio de quien se siente ofendido. Es muy importante la intención del supuesto blasfemador. Cuando Luis Buñuel en su película Viridiana (Palma de Oro en Cannes, 1961) hace posar a unos mendigos imitando la Última Cena de Leonardo da Vinci, puede que para alguien esto sea irrespetuoso o blasfemo. ¿Pero quería hacer de ello Luis Buñuel una blasfemia? Quizá sí. O quizá quería provocar al observador y hacerle reflexionar sobre la pobreza y la miseria. O más sencillamente era una escena para burlarse del dictador Franco y de los curas afines al régimen. En fin, las interpretaciones como las sensibilidades, admiten grados, en este caso. La película de Luis Buñuel es una obra maestra del cine, y no solo en su aspecto formal, precisión del guión, fotografía llena de matices, etc. Lo es porque antes que blasfema quiere ser un retrato social desde una visión provocadora. Puede que para alguien sea una ofensa, pero no es la intención del autor hacer el insulto por el insulto. De hecho, la película fue producida en España y enviada a Cannes creyendo el régimen franquista que era el modo en que el exiliado cineasta reconocía la legitimidad del régimen político. Y no se vió en ella más que un melodrama. Fue en su exhibición en Cannes cuando se hizo hincapie en un segundo nivel de lectura. Por ello no estrenaría en España hasta 1977, dos años después de la muerte del dictador.
No es hacia este arte irreverente y subjetivamente blasfemo al que me refiero, sino al que no tiene otra intencionalidad que la blasfemia en sí, lo que lo hace objetivamente blasfemo. Aún cuando el observador no se sienta aludido es expresamente blasfemo en la intención del artista blasfemador.


Creo que sea cual sea la confesión religiosa hay actos que son blasfemos porque quieren serlo. Otra cosa es que en una sociedad minoritaria no se hieran con facilidad los sentimientos de quienes no profesan la religión agraviada. Pero cuando cierto artista que no voy a nombrar, se comió páginas del Corán todos los cristianos que nos enteramos comprendimos que esa acción era blasfema sencillamente porque quería serlo. Es verdad que no blasfema contra mi religión, pero yo sé que quiere ser una acción provocadora; no solo sobre los musulmanes.

Si he dicho que es el observador quien califica la acción como blasfema o no, me he quedado corto. En realidad aunque el artista ateo dirige su provocación hacia los creyentes, aunque ninguna persona le mirase ni tuviese noticia, si sería vista por Dios. Con esto basta.
Así que tenemos que ir más allá de si esto (la acción que sea) es o no es blasfemo para nosotros. Puede que no nos toque nuestra fibra sentimental (no encuentro mejor palabra), pero aunque se refiera a una religión que no es la nuestra nos llega en esa blasfemia un eco del mal realizado y de su profundidad.
Debemos rechazar toda blasfemia aunque no sea contra nuestra religión o nuestras convicciones. Al igual que voces de toda condición y religión se han alzado contra la barbaridad de pretender negar la entrada en EE.UU. por ser musulman. Es decir, debemos defender la libertad religiosa como un derecho inalienable (incluso aunque pueda haber religiones o sectas que no la defiendan).

El mismo artista al que me he referido antes comiéndose el libro sagrado del Islam ha polemizado recientemente en mi ciudad con el catolicismo. Ha colocado hostias consagradas -es decir; para todo católico el cuerpo mismo de Cristo- escribiendo la palabra "pederastia". Por las razones que ya he expuesto creo que es una blasfemia para toda persona religiosa, incluyendo aquellas que no creen en la transustanciación o incluso rechazan la Eucaristía, bien por no ser cristianas o por ser de denominaciones cristianas que no la admiten como real.
El arte blasfemo en sí mismo no es nada, no existe de por sí. Como la sombra no existe sin la luz.

En la pieza teatral "Nathan el sabio" del judío aleman G.E. Lessing (hay eds. en español edit. Akal o ed. Aletheia), publicada en 1779, Saladino pregunta cuál es la religión verdadera, la respuesta es una parábola: se cuenta la historia de una familia en cuyo poder ha estado por generaciones un anillo que hace virtuoso a su poseedor a los ojos de Dios. Generación tras generación se va heredando el anillo hasta llegar a un hombre que tiene tres hijos y desea que los tres lo hereden, pero solamente uno podrá recibirlo. La solución es que encarga dos réplicas del anillo. Cuando muere los hijos discuten sobre cuál será el anillo verdadero. Pero un sabio les advierte de que si los tres viven de manera virtuosa, los poderes del anillo se mostrarán en cada uno de ellos. Del mismo modo, desde la óptica de quien vive de acuerdo a los principios religiosos que ha aprendido de sus mayores, las tres religiones -judaísmo, islamismo y cristianismo- son verdaderas en cierto sentido. No se quiere decir con esto que haya una equivalencia entre todas las religiones y que por ello cambiar de religión sea como cambiar de chaqueta. Más bien se refiere al hecho de que las manifestaciones humanas de lo religioso han de ser por nuestra propia naturaleza limitadas y sesgadas por la herencia cultural.


¿Qué me lleva a escribir sobre esto? Tres cosas: la defensa que la mayoría de los sectores de opinión estadounidenses estan haciendo de la libertad religiosa, la constatación de que en contraste con lo anterior, el mal puede utilizar al arte o la cultura para sus fines, haciendo creer que la blasfemia "artística" es una muestra de la libertad de conciencia, cuando no expresa sino lo contrario. Por último el recuerdo de la lectura de la obra conciliadora de Lessing, en estos días en que nos sacuden por tantos sitios las noticias de la violencia en nombre de Dios (otra forma de blasfemia). De algún modo las tres cosas estaban dando vueltas en mi cabeza.

Pregúntame sobre mis espectáculos: contacto@magiaevangelica.com

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