domingo, 4 de junio de 2017

La Transfiguración de Jesús

Jesús se retira a un monte alto con Pedro y los hermanos Santiago y Juan. Allí verán trasnsformarse el rostro de Jesús y tendrán unas visiones.
En los relatos de la transfiguración encontramos descripciones que al lector actual le son familiares. En Mateo 17,2: "Su rostro brillaba como el sol y sus ropas se volvieron blancas como la luz." Donde hay un eco de cuando Moisés baja del monte Sinaí con las tablas de la Ley y nadie se atreve a acercarse a él porque viene con el rostro resplandeciente).
En Lucas 9, 29 "...y sus ropas se volvieron blancas y brillantes". Y Marcos 9,3 "...como nadie podría dejarlas por mucho que las lavara."
Digo que esta descripción se le hace conocida, familiar, al lector actual porque en ella se ha inspirado gran parte del cine, el teatro, el espectáculo en general, para representar la cercanía a la divinidad o incluso a Dios mismo.

Naturalmente no hay medio humano para reproducir esta visión del Nuevo Testamento, tampoco hay palabras para describirla. Pero a nosotros no se nos hace extraña la identificación literaria y visual entre luz, resplandor, blancura extrema y la experiencia con la divinidad. Sencillamente nuestro mundo dispone de las herramientas tecnológicas para hacer una imitación.
Sin embargo hace 2.000 años no existía esta iconografía porque no había ni tejidos tan blancos, ni medios para simular ese resplandor, ni luz eléctrica alguna.

Entonces, si nos olvidamos del cine, del teatro, en definitiva de nuestra memoria visual del siglo XXI cuando leamos estas descripciones de la Transfiguración. Si "asistimos" a la reunión de Dios Padre con Jesús, Santiago, Juan, Pedro con los ojos de alguien que nunca ha visto la luminosidad de una pantalla de cine, que jamás se ha deslumbrado con un foco, que ni siquiera ha visto brillar a la más débil bombilla... la descripción de los evangelistas pierde toda la banalidad que sin querer le dan nuestros ojos acostumbrados a los efectos especiales y a los letreros luminosos. Leemos y revivimos una experiencia sobrecogedora.
Pedro en su segunda carta, no hace ninguna referencia a esta "puesta en escena", que tanto impresiona a los evangelistas. Con la experiencia acumulada Pedro va al núcleo de aquel día: "La enseñanza que os dimos acerca del poder y el regreso de nuestro Señor Jesucristo no consistía en fábulas ingeniosas, puesto que con nuestros propios ojos vimos al Señor en su grandeza. Lo vimos cuando Dios Padre le dio honor y gloria, cuando la voz de Dios le habló de aquella gloriosa manera: "Este es mi Hijo amado, a quien he elegido". Nosotros mismos oímos aquella voz que venía del cielo, pues estábamos con el Señor en el monte sagrado" 2 Pedro 1, 16-18.

¿Qué es la magia evangélica? Tienes en este blog las respuestas sobre su alcande como pedagogia y entretenimiento moral. Puedes consultarme sin compromiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario