miércoles, 14 de octubre de 2015

Juan 3, 1-2

Vivímos en un mundo confuso: fanatismo religioso, cambios sociales acelerados, éxodos migratorios, guerras. Supersticiones o su contrario, el cientifismo materialista, etcétera. El esfuerzo personal, la valía, el afán de superación conviven con la autodestrucción de las adicciones y el nihilismo.
Quizá el mundo siempre ha sido así, quizá siempre ha habido esa pugna entre la realización personal y social y el camino hacia la nada. Solo que ahora todo esta a un click de distancia. Es como si el tiempo y el espacio se hubiese condensado en la pantalla del ordenador. Lo mejor y lo peor esta al alcance de todos. Y de modo simultáneo.
Los magos cristianos tenemos algo que hacer (como cada uno en su profesión y en su afán). Todavía hoy hay algunas personas creen que algunos milagros pueden producirse al margen de Dios. Un ilusionista nunca lo afirmará. Al contrario, parte de su trabajo es demostrar que pueden fingirse y nos pueden engañar con falsos milagros.
El mago de hoy, es ilusionista de espectáculo. Juega con su público a hacerle sentir la emoción del asombro, del mismo modo que los adolescentes sienten la emoción del miedo en halloween cuando van a una sala de cine, precisamente porque saben que nada de lo que ocurre es real, pero les permite recrear una experiencia de terror en la seguridad de una cómoda butaca y por un tiempo pactado. Si el mago lo fuese de verdad... ¿porqué haría cosas tan banales como doblar con su mente unas cucharillas?



En el siglo XVIII las exhibiciones de los magos se llamaban "magia simulada" y no hay mejor definición para lo que sigue siendo un espectáculo mezcla de destreza manual, psicología de la percepción, precisión artesana y experiencias de física y química.
No creo que debamos hacer una cruzada contra la ignorancia y la superstición: somos entretenedores. Pero sí que no debemos dejar pasar la ocasión de dejar en evidencia a quien pretende engañar con supuestos poderes pseudomágicos.
Andre Kole es un mago veterano, en los años 50 estudió psicología y la aplica en su magia. Es un mago cristiano y muchos de sus espectáculos por todo el mundo son de esa temática. James Randi, cercano a cumplir 90 años, es por el contrario un mago ateo. Ambos tienen en común haber ofrecido una suma de dinero a quien pueda demostrar, de acuerdo a unos protocolos de control, tener poderes sobrehumanos, extrasensoriales, milagrosos o como se les quiera llamar. Ni en un caso ni en otro jamás su dinero ha corrido peligro.
Algunas personas se les han acercado creyendo que podrían engañarles, otras creían de verdad en sus poderes ignorando causas naturales o simplemente interpretando erróneamente la realidad.
Esto ya lo empezó con gran éxito el célebre Houdini en las primeras décadas del siglo XX, al desenmascarar a numerosos mediums fraudulentos (perdón por la redundancia). Los magos somos expertos en el engaño de la percepción, en crear un argumento con sentido a lo que se nos presenta. Y la necesidad humana de que las cosas tengan sentido es tan grande, que de ello nos aprovechamos los creadores de ilusiones de realidad.
Como la música la magia es un arte sin fronteras. Dejando a un lado que muchos juegos de magia se realizan sin palabras, solo con acompañamiento musical, la mayoría de ellos se entienden sin necesidad de traducciones. Esto es porque las leyes del universo físico y la relación con ellas de las personas es prácticamente la misma en todas partes. Por eso podemos hacer una misión de desenmascaramiento de las supersticiones, podemos divertir y asombrar creando metáforas para explicar simplificadamente realidades transcedentes y podemos llevar a nuestros semejantes a un mundo de ilusión, sí, pero no ilusorio. Esa es nuestra responsabilidad.
Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com


Sobre mis espectáculos cristianos más info en este mismo blog, por ejemplo: pincha aquí

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