miércoles, 2 de septiembre de 2015

Sí, estuve en la cárcel

Hace un par de meses en una cafetería de la que soy cliente habitual, un hombre me saludo casi gritando desde la otra punta de la barra. "¡Eh!" "¿?" "¿No te acuerdas de mí?" "No estoy seguro" "¡Nos conocimos en la cárcel!" Y con esto se hizo el silencio absoluto. Todos los clientes habituales se me quedaron mirando. "Sí, ya me acuerdo ¿qué tal te va?" "¡Estoy afuera!" "Enhorabuena,"...
Y ahora ¿qué podía hacer? El silencio se podía cortar con un cuchillo. Aquel hombre cuyo rostro yo no recordaba para nada, venía hacia a mí, unos veinte años después de vernos tan solo un par de horas. Me dio un abrazo y dijo "Gracias por acordarte de mí. Nadie se acuerda." ¿Qué hacer? ¿me volvía hacia los otros clientes para dar una explicación que nadie me pedía ni yo debía? ¿A personas a cuya mayoría jamás había dirigido la palabra? No. Ya se habían hecho una idea. Ya estábamos juzgados.
Es verdad. Estuve en la cárcel. Varias veces. Llevando mi magia. Un día me llamó por teléfono Antonio Azcona. El cura de la cárcel desde 1976 a 2005. Quedamos en un bar. "¿Cómo le reconoceré entre la gente?" "Tengo pinta de curica". Llegué a la hora fijada y sin mucha reflexión me acerqué a un hombre corriente. "Lo ves, tengo pinta de curica". 
Salón de actos de la vieja cárcel de Pamplona. Foto: Miguel Leache
Me pidió en un par de ocasiones o tres acercarme con mi espectáculo a la cárcel, siempre en domingo. Diversión y consuelo es lo que me pedía. Los domingos solo quedan los presos que no tienen permisos carcelarios. Algunos por el tipo de delito o porque aún no cumplen los requisitos. Otros porque no tienen adonde ir, nadie les espera en la calle o no quieren salir. Estos eran la mayoría de mi público, los de delitos más graves y sin posibilidad de permisos de fin de semana o no estaban, o se sentaban al final del salón de actos, sin participar en nada.
La primera vez llevé un repertorio para adultos, pero tuve que ir cambiándolo sobre la marcha. Me encontré con reacciones como de niños de unos 8 a 10 años. Ése es el perfil  psicológico de un preso que no sale en domingo. Es un niño grande, con poca aceptación de la frustración, sin bagaje mental para hacer planes a largo plazo y, sobre todo, una gran carencia de afectividad. Baste decir que aquella navidad los voluntarios sociales les regalaron un par de calcetines a cada uno y algunos se emocionaron porque nunca nadie les había regalado nada en toda su vida.
Naturalmente las consecuencias de nuestras acciones deben de tener consecuencias, una de ellas puede ser la cárcel, así que no minimizo las razones de sus condenas. Los delitos son conductas, es lo que podemos juzgar. Lo que hay en el corazón de cada uno, lo que le ha llevado a esa situación quizá lo podamos conocer o intuir, pero juzgarlo es más complicado. Claro que hay otros perfiles de delincuentes, pero éste es el de esos hombres y mujeres que pudiendo salir de permiso prefieren no hacerlo. No es infrecuente el caso de quien considera a la cárcel su casa y el pequeño delito no es sino la llave para volver a ella. Lejos de la incertidumbre de la vida en libertad.

"No juzgues a tu hermano; calla, reza y defiéndelo" Dice el Papa Francisco. Y nos indica que en la Biblia el diablo es llamado El Acusador.
Pero si no eres católico (aunque creo que las palabras sabias no importa de dónde vengan) la Biblia misma es más que suficiente: Mateo 7, 1-6: más o menos "Con la misma vara que mides serás medido" y Santiago 4, 11-12, en resumen: "Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es juez". Seguramente son las citas más conocidas. Pero no significan no impartir justicia como bien se ve en Éxodo 23 o en Levítico 19 y en otros libros.
Concluyo con unas hermosas palabras de Pablo a los Corintios: "En cuanto a mí respecta, muy poco me preocupa ser juzgado por vosotros o por algún tribunal humano. Ni siquiera yo mismo me juzgo. Sin embargo el que mi conciencia no me acuse de nada no significa que Dios me considere sin culpa. Y el que me juzga es el Señor. Por lo tanto no juzguéis nada antes de tiempo; esperad a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora esta en la oscuridad y dé a conocer las intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno la alabanza que haya merecido. (I Corintios 4, 3-5)

Antonio Azcona Munilla, "el cura de la cárcel" murió a los 84 años en agosto de 2012. Menos de un mes después, comenzaba la demolición de aquella cárcel obsoleta.

Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com

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