Los fundadores de la
magia evangélica son un santo católico italiano y un pastor bautista
estadounidense.
El primer libro sobre Magia evangélica es el del Rev Charles H
Woolston, un pastor de Pensilvania que a caballo entre el siglo XIX y el XX
usaba el ilusionismo como medio para ilustrar ideas complejas a través de actos
y objetos. Publicó su libro (ver foto) en 1910 con ayuda del mago más popular en la época; Thurston -el David Copperfield de entonces-. El libro es considerado como técnicamente demasiado
exigente para el uso de pastores que realmente no son ilusionistas, sino que quieren
servirse de sus técnicas para su labor. Pero sea como sea llenaba un vacío, tuvo un gran éxito y
antes de acabar la década le siguieron otras dos obras.
Charles H. Woolston no
es solo el fundador –o quizá la persona en quien se concreta una corriente
pastoral y pedagógica- de la magia evangélica. Se le considera asimismo como el
iniciador de la magia infantil. Pues aunque los espectáculos de magia evangélica
pueden ser y de hecho son para todas las edades –es lo habitual que hoy se
dirijan a un público familiar- es cierto que entroncan con el entretenimiento
pedagógico en las distintas iglesias en EE.UU. desde finales del siglo XIX y
principios del XX. Fuera de este ámbito no existía la magia infantil.
Don Bosco (Giovanni
Melchiorre Bosco, 1815-1888), es el santo patrón de cineastas, magos y otras
profesiones afines. Fundó la orden salesiana, viajó por numerosos países y
conocedor de varios oficios como la carpintería o la sastrería, sus esfuerzos y
su prolífica obra escrita se dirigieron en gran medida a la educación y formación
juvenil. Todo empezó en Turín, en la década de 1840, cuando empezó a acoger a
niños de las calle, víctimas de la industrialización despiadada y vió en el
ilusionismo una herramienta para acceder a sus corazones desesperanzados. Un modo de hacer el mensaje evangélico más comprensible, vívido y memorable.
Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com
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