domingo, 2 de agosto de 2015

José "ministro" de Egipto

            A finales de agosto llevo mi magia evangélica al Encuentro de las Iglesias de Cristo en España, que tendrá lugar en Cangas de Onís. Los niños van a tener en la Escuela Bíblica de Vacaciones la historia de José y yo quiero preparar algo relacionado con ello.
            José, el undécimo hijo de Jacob y Raquel, fue en algún momento de la historia (hoy ya no se duda de que el relato biblíco sobre José refleja acontecimientos históricos) uno de los hombres más poderosos de Egipto. Gracias a su templanza y buenas dotes, aunque fuera la interpretación de los sueños lo que hiciera que se fijasen inicialmente en él. El esclavo vendido a unos mercaderes pasó, tras una serie de vicisitudes,  a ser hombre de confianza en la administración del faraón -las tribulaciones del pueblo de Israel comenzarían con un faraón posterior que no conoció a José (Ex. 1,8)-. Todo esto es bien sabido.
            En su segunda visita a Egipto, sus hermanos, invitados de José al que no reconocen, son colocados a la mesa por orden de edad, cosa que les asombra, pues no pueden comprender cómo el gobernador egipcio puede saber ese dato. Sin duda son informados por el servicio de que José posee una copa de plata para realizar adivinaciones, luego se les atribuirá su robo.


           Era habitual en la alta sociedad egipcia recabar los servicios de adivinadores. Entre otras mancias la adivinación en copas era similar a la lectura con posos de café que –tan falsos como entonces- realizan algunos de nuestros adivinos modernos. Se echaban unas gotas de un tipo de aceite en el agua de la copa. Ambos líquidos no se mezclaban, las volutas y sinuosidades del aceite se interpretaban como figuras con significado. Habiendo empezado su carrera en la administración egipcia con la interpretación de los sueños, cabe pensar que José tomara fama de adivinador. Yo no tengo formación ni datos para saber si José usaba realmente esta “arte” adivinatoria o fue una comedia ante sus hermanos. Cabría pensar que un hombre tan integrado en la sociedad egipcia bien habría tomado algunos rasgos culturales –de hecho no se sentaba a la mesa con hebreos porque los egipcios no lo hacían- pero por otro lado, el relato bíblico nos dice que José advirtió al faraón al interpretar sus sueños, que solo a Dios corresponde saber lo que esta por venir. Como se indica en otro lugar de la Biblia, condenando expresamente este tipo de supersticiones. Desde mi punto de vista esto último es lo realmente importante, no si un detalle u otro es rigurosamente histórico o una interpretación de unos acontecimientos que suceden antes del Éxodo y se escriben tomando forma definitiva después. En el sentido general del relato José no es un embaucador aunque se integre en la sociedad egipcia, sino un hombre guiado por Dios.
            Sea como sea, al releer el pasaje donde salen a relucir las supuestas dotes adivinatorias de José y el asombro de sus hermanos, no he podido por menos que sonreír recordando al profesor Alba, un adivinador de teatro, malagueño afincado en Valencia,  que hizo fortuna en los décadas de los 20, 30 y 40 del siglo XX actuando en la península y norte de Marruecos. Falleció en 1944, pero uno de sus hijos ocupó su lugar llevando su nombre a América. Volvamos a Egipto ¿cómo pudo el gobernador José conocer las edades de aquellos hombres invitados en su casa? Para nosotros que estamos en el secreto no hay misterio, pero aquellos hombres ¿cómo podían imaginar que el gobernador egipcio, administrador de los graneros en tiempos de crisis, con poder para vender al extranjero, yerno de un sacerdote de On –Heliópolis-,  podía tener datos sobre sus respectivas edades?
            Salvando las distancias esto le pasaba al público del profesor Alba. Por ejemplo adivinará que el caballero de la butaca 4 en la 3ª fila acaba de ser ascendido en el trabajo. Y que la señorita de la butaca 25 en la fila 12 se llama Paula, ha ido al teatro con su abuela y vive en la calle Mayor número... “no lo diremos por discreción”, terminemos de dejarla pasmada deseándole que el abuelo tenga buen viaje. Dos butacas a la derecha de ella, un caballero guarda en su cartera dos billetes de 500 pts. Y así una inexplicable adivinación tras otra. Lo que ignora el público es que al ir a coger las entradas el primer caballero mencionaba su esposa, que las encontraba un poco caras, y él replicaba que ir al teatro era una buena manera de celebrar el ascenso. Ignora también que la muchacha había tenido que mostrar su carnet de identidad para demostrar su mayoría de edad, mientras refunfuñaba que era una lástima que el abuelo hubiera tenido que salir urgentemente de viaje y ella tuviese que acompañar a la abuela y pasar ese momento de apuro en la puerta del teatro. El último caballero de nuestro ejemplo intentaba comprar las localidades para dos matrimonios, pero la taquillera no tenía cambios de 500 pts y él mostraba que solo tenía dos billetes por ese valor a su amigo, obligado a pagar las entradas de los cuatro… Una buena propina a la taquillera e irá apuntando para el profesor Alba algunas informaciones captadas casi por casualidad y anotando las localidades y filas vendidas. Alguien en la puerta de entrada, en los pasillos, en el guardarropa, solo tendrá que fijarse en algunos detalles y tomar buena nota. A mí no me molestan estas artimañas si se usan para crear una realidad teatral, donde todo el mundo sabe que lo que ocurre es una ficción. Incomprensible, pero ficción. Otra cosa es cuando se utilizan estas técnicas para embaucar y confundir al público. Y ya se ve que no hace falta recurrir a engaños sofisticados.
cartel de mi museo de magia 
http://regalatemagia.com/blog/?cat=143

            Ya sé que esto de las adivinaciones no es ni de lejos lo más relevante en la historia de José, pero no he podido evitar acordarme del valor que tiene para el supuesto adivinador acceder a fuentes secretas de información y el efecto, quizá la responsabilidad también, que este conocimiento tiene sobre sus “víctimas”. Me imagino al cabo del tiempo, a los hermanos contándole al patriarca Jacob su aventura egipcia y en particular, entre risas, ese momento de la adivinación, cuando los hace sentar adivinando sus edades, mientras lejos de ellos, en algún lugar de su mansión, José mira su copa de plata y reflexiona cómo puso a prueba a sus hermanos para ver si era cierto el cambio en sus corazones.

Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com

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