miércoles, 19 de agosto de 2015

Magia y superstición

Cuando estudié en la universidad, repasamos los diversos intentos en el siglo XIX (más que en otros momentos históricos) de crear una religión civil. Es decir, una religión sin Dios. El problema es que si en las verdaderas religiones el individuo internaliza y hace suyos unos valores, conductas y creencias como unas verdades inapelables (otra cosa es que los siga o cumpla; somos pecadores) en las religiones civiles era imposible. El creyente en ese proyecto sabe que el cuerpo doctrinal es una convención social y por ello mismo desaparece el elemento de coercitividad del individuo sobre sí mismo, su conciencia activa. El creyente se vigila a sí mismo.

Mi espectáculo "La magia de la India"

Esto es un rasgo de la religión que contribuye a su papel en el control de la comunidad y de la sociedad: y esto es lo que buscaban las religiones civiles en cuanto proyectos de ingeniería social. Aunque es un rasgo que no es lo más definitorio de la religión, sino más bien una consecuencia de vivir religiosamente. Pero el "creyente" en la religión civil, no puede tener verdadera fe, sabe que vive una convención social,ya lo he señalado. Por otro lado los fundadores de cualquiera de las religiones civiles, creían domesticar la necesidad "irracional" de las personas de ser religiosas, llevándoles a una religión inspirada en el positivismo de la ciencia del siglo XIX. Un siglo lleno de confianza en la ciencia. No tardaría la humanidad en descubrir que la ciencia es un instrumento que aporta soluciones útiles pero razones provisionales. Cuantas más respuestas encuentra, más preguntas surgen. Pero este intento "racionalizador", no dejaba de ser una manera de inventar otra forma de superstición.

Me he puesto a recordar estas cosas leyendo algunos comentarios en internet en contra del ilusionismo por contribuir a la propagación de las supersticiones, recordando la prohibición bíblica de ejercer la magia.
Pero la magia a la que se refiere la Biblia nada tiene que ver con el ilusionismo. Me gustaría decir que la magia actual, el ilusionismo actual, nace en el siglo XVIII cuando el siglo de las luces lleva a los salones de las clases altas las demostraciones científicas como entretenimiento. Me gustaría decir que desprendida la magia de su barniz supersticioso, se convierte en un arte cuya técnica es el puro mecanicismo, como querría el siglo XVIII y buena parte del XIX, la edad de oro de la magia. Pero al estar oculto ese método mecánico lo que se obtiene, y se busca, es una respuesta emocional. El asombro, la sorpresa. En la seguridad de que todo tiene una explicación racional aunque no salte a la vista. Es decir; uno puede sentir el vértigo de lo inexplicable en la seguridad de que el suelo no se va a hundir bajo sus pies. Es como ir al cine a ver una película de terror cuando eres adolescente. Puro espectáculo.
Presentación del cupón de la ONCE en Zuera (Zaragoza)
Me gustaría decir todo esto porque es verdad. Y me apena que algunas personas confundan la magia que condena la Biblia con otra magia que ni existía entonces ni es hoy, ni quiere, ser peligrosa. Ni pretende ser milagrosa. Pero me viene el recuerdo de esos días de universidad y cómo constatábamos con datos sociológicos, la creciente brecha entre la sociedad racional, donde hay que situar a las personas religiosas sin duda, y la sociedad irracional, donde están las personas que confían en las supersticiones y en las falsas magias oscuras. En otras palabras: la creciente secularización del siglo XX en Europa no nos trajo más racionalidad en detrimento de las prácticas pseudorreligiosas. Hay que decir que crece el ateísmo social, o sea, uno puede ser creyente pero es una cuestión privada, y también crecen las prácticas supersticiosas, amparadas a veces por un manera demasiado laxa de entender la libertad de expresión.
Lejos de suponer un problema para la ciencia y para la religión, el ilusionista es un experto en desmontar fraudes de brujería y espiritismo. Lo llevamos haciendo desde mediados del siglo XIX. Todo lo contrario de lo que algunas voces, creo que minoritarias, nos acusan a los magos. Como dice el adagio, si las supersticiones tienen éxito es porque cuando Dios sale por la puerta el diablo entra por la ventana: más y mejor formación religiosa significa más autonomía personal y es un cortafuegos a las supersticiones. Buena parte de culpa la tiene Hacienda que para tener otra fuente de ingresos permite estas prácticas fraudulentas.

Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com

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