viernes, 7 de agosto de 2015

Recursos: cuando nada puede hacerse (en recuerdo de Hiroshima y Nagasaki)

El 6 y el 9 de agosto de 1945 estamos conmemorando el bombardeo a la población civil de Hiroshima y Nagasaki.

"Y así, después de que mi piel sea destruida, entonces sin mi carne veré a Dios" 
Job, 19, 26 (hay otras trads.) 


¿Qué hace un artista cuando nada puede hacerse?
En la experiencia de magia en hospitales uno encuentra a veces que su arte distrae al niño enfermo y consuela al adulto que le acompaña. El amor con que puede entregarse un juego de magia o una broma de payaso es un bálsamo de mayor o menor efecto, pero un bálsamo al fin. A veces, en los peores momentos uno solo puede acompañar. Hacer comprender que no esta ahí por hacer sus cosas de artista, que un abrazo, un silencio, acompañar, cuando nada puede hacerse es lo mejor que puede hacerse. Y el artista tiene que estar preparado para este momento. No huir de la situación. No abandonar con la excusa de ir a la siguiente habitación. Debemos transmitir que en ese momento en el que el tiempo se acaba, el nuestro no es importante.
Parapetados detrás de nuestros juegos y artilugios es más fácil controlar nuestras emociones y las de nuestro pequeño auditorio. Con nuestras "herramientas" llevamos por un lado u otro la situación, la interacción humana. Controlamos el momento. Pero cuando nada puede hacerse nos encontramos desnudos. Despojados del "poder" de nuestros cachivaches y nuestras bromas, podemos encontrarnos desubicados, sin saber qué hacer. Y ese desasosiego no podemos transmitirlo a quienes nos rodean en ese instante. Hay momentos en los que solo podemos compadecernos -padecer con- acompañar, estar, dar calor humano. Ser un refugio silencioso o de oración. No hay otro recurso.

Termino con un fragmento del poema "Se protegen los amantes" (versión de Carlos Morales) de la autora judía Nelly Sachs, Berlín 1891- Estocolmo1970. Premio Nobel de Literatura compartido con S. J. Agnon en 1966:
Se besarán las cumbres
de los montes
cuando los hombres
abandonen
sus cabañas de la muerte
y coronen
-como un arco iris-
el consuelo de los siete colores
de una tierra que sangra.

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