jueves, 6 de agosto de 2015

Recursos: el agua en vino, por qué sí y por qué no.

Hay muchos modos de "transformar" el agua en vino. Hay algún truco mecánico, pero en un inmenso porcentaje de procedimientos se usa la química. Dependiendo de los productos que manejes el agua -que a lo mejor no lo es- se transforma sucesivamente en diversas bebidas... en apariencia. Afortunadamente hoy en día puedes intentarlo sin riesgo para tu salud, con ayuda de los tintes alimentarios. De modo que puedes brindar y beber el vino ¡aunque sepa a agua!
Las bodas de Caná, Giotto, h. 1305
Este es el típico juego que en general no debe de hacerse en un espectáculo de magia evangélica o con mensaje, porque es una imitación de un milagro de Cristo y eso puede dar lugar a malos entendidos: ni Jesús hacía trucos de magia ni el "mago" hace milagros. Puedes enseñar una bola blanca y taparla con un vaso opaco. Luego la descubres y se ha transformado en una bola roja.
Digo que en general no debe de hacerse la transformación del agua en vino -aunque es un clásico de la magia aunque poco visto- porque la magia evangélica es y debe de ser una ilustración a un mensaje o una metáfora del milagro, pero no la representación del milagro mismo. Por las razones ya dichas.
Sin embargo encuentro un modo en que sí puede realizarse y puede ser tan entretenido para los niños como para los adultos.

Relata el milagro de la transformación del agua en vino. Ten a la vista una jarra de agua y una copa, llénala hasta la mitad: el agua se irá tiñendo conforme cae y se mezcla con el tinte, pues en el fondo de la copa habrá una pizca de tinte rojo alimentario (asegúrate de que lo es). Los brillos del cristal, allí donde se une la copa con su pie, ocultan el producto que, por otra parte nadie esta buscando.

Es posible que el color sea demasiado claro o rojo intenso nada parecido al vino. Tienes que experimentar previamente con las cantidades. No más de media copa para poder usar el mínimo necesario de tinte. Con un poquitín de tinte alimentario azul, el rojo se parecerá al vino Burdeos. Si te pasas de azul tendrás que explicar que el vino milagroso suele ser de color violeta o morado. Y que si no lo habían visto antes es porque nunca habían visto un vino milagroso... Da a probar el vino y ¡en efecto! ¡sabe a agua!

Naturalmente. Porque el agua no se ha transformado en vino, pues tú no haces milagros sino ilusiones. Si no se prueba tenemos la ilusión de que se ha convertido en vino, pero sigue siendo agua. Los milagros son otra cosa y suceden por otros motivos, no para pasar el rato jugando.
Cuando Moisés y Aarón se enfrentaron a los magos del faraón, convirtieron una vara en serpiente. Luego dieron comienzo las diez plagas que llevarían el caos a Egipto. La primera plaga fue transformar el agua en sangre. Los magos del faraón también lo realizaron. La segunda plaga fue la aparición de ranas por doquier. También los magos la duplicarían. A partir de la tercera inclusive, ya no tendrán medios para imitar los prodigios o milagros realizados para provocar la salida de Egipto. Es de notar que tras la repetición por los magos egipcios de la aparición de innumerables ranas el faraón se enfadó con ellos porque fueron incapaces de deshacerse de los batracios.
Es decir, en una lectura superficial, parace que solo nos cuentan una competición en la que los egipcios al principio no salen malparados. Pero el relato desde el primer momento nos habla de Quién hace de verdad los milagros. Los magos convertirán sus bastones en serpientes pero la serpiente de Aarón se las comerá. Parecerán repetir la transformación del agua en sangre y la aparición de las ranas. Ahora bien, si realmente tuviesen poderes mágicos lo que harían sería deshacer la plaga. Si Dios convierte el agua en sangre ellos deberían haber convertido la sangre en agua. Si Dios atrae una plaga de ranas lo inteligente no es repetir la plaga sino deshacerse de ella. Y no pudieron deshacerse ni de la plaga ni de la imitación que hicieron. Y ahí desistieron. Y es lo mejor que podían hacer, porque desde luego si a cada una de las diez plagas la respuesta de los magos egipcios era repetirla... creo que perderían unos cuantos amigos.

Todo esto nos demuestra lo absurdo de pretender hacer magia de verdad. El mago solo puede hacer imitaciones, apariencias. Su poder es tan pobre que lo único que puede hacer es una apariencia de repetición del milagro mediante trucos e ingenios -aunque sea en perjuicio propio, como les pasaba a los egipcios empeñados en demostrar que los milagros reales eran trucos como los suyos, aún a costa de su destrucción-.
Por eso el agua de nuestra copa parece vino, aunque siga siendo agua. Es todo lo más cerca que un mago esta de hacer un milagro. O sea nada. Aunque nos sirva como juego para recordar el milagro de Jesús.

Pregúntame: contacto@magiaevangelica.com

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